Alberto Ruiz-Gallardón es una inagotable fuente de desagradables sorpresas para los votantes más comprometidos del PP.
Hace una semana participaba muy activamente en un "homenaje" a Jesús Polanco, ese hombre que inició su millonaria andadura editorial de la mano del franquismo más rancio, para travestirse de "profeta de la democracia" en los vestuarios de la transición y terminar elevado a la categoría de pontífice máximo de esa "España progresista y laica" que tanto deseaba .
¿Gozosamente? rodeado de ministrines zapateros y la beautiful people del gonzalato, Ruiz-Gallardón le rindió homenaje a su antiguo protector y promotor, dedicándole un discurso pletórico de elogios bastante inmerecidos.
Destacó de Polanco "su discurso claro y sencillo". Es verdad: fue muy claro y muy sencillo cuando calumnió al PP -el partido al que "pertenece" Gallardón- tachándolo de "guerracivilista" entre otras lindezas.
Como claro y sencillo fue el alcalde cuando pasó olímpicamente de la decisión de su partido de no participar más en programas del grupo PRISA hasta que Polanco se disculpara. Cosa que jamás sucedió.
Dijo que Polanco había dotado de "modernidad gerencial al periodismo español" y que había creado un "periodismo económicamente bien respaldado". Se olvidó de señalar que ese excelente respaldo económico se constituyó principalmente de dineros públicos, a través de propaganda institucional, de concesiones escandalosas, de no ejecutar sentencias judiciales perjudiciales para su imperio mediático, siempre en pago por los favores recibidos desde los micrófonos o los editoriales del grupo PRISA.
Destacó que Polanco estaba comprometido con el sistema de libertades. Por eso despidió a Herman Tertsch: por participar en un programa de Telemadrid (para tapar la verdadera razón: sus críticas cada vez más frecuentes hacia Zapatero).
Y por ello, ese hombre "vital, enérgico, creativo, audaz, minucioso, sobrio... tenaz ante el desafío y la dificultad", ese paladín de la libertad al que le encantaba atizar al partido político de Gallardón, quedará inmortalizado: a instancias de Gallardón, Polanco tendrá una calle con su nombre en la ciudad de Madrid. De nada sirvió la oposición manifestada por algunos concejales del PP. Ruiz-Gallardón -borracho de homenajes, sempiterno acreedor al tippex- desoyó una vez más a su partido e impuso su voluntad con excusas baladíes.
¿Cuál será el próximo "homenaje" de Gallardón? ¿Iniciar la causa de canonización de Jesús "del gran poder" Polanco? ¿Nominarlo al premio Nobel de la paz post-mortem? ¿Elevarlo a la categoría de prócer interplanetario? ¿Convocar un congreso mundial de brujos para intentar resucitarlo?
Desde aquí queremos felicitar a Fernando Martínez Vidal, concejal del PP que prefirió ausentarse del pleno antes que votar un nuevo homenaje a uno de los hombres más dañinos para España en los últimos 30 años.